Recientemente, una noticia procedente de Canadá ha generado gran atención en los círculos de comercio e inversión transfronterizos: según un funcionario bien informado, el gobierno canadiense ha elaborado un listado de productos manufacturados en Estados Unidos por un valor aproximado de 150 mil millones de dólares canadienses (alrededor de 1050 mil millones de dólares estadounidenses); si la nueva administración estadounidense decide imponer aranceles adicionales a productos canadienses, los artículos estadounidenses incluidos en dicho listado estarían sujetos a aranceles de represalia. Se entiende que el plan aún se encuentra en fase de discusión y que Ottawa solo activaría el procedimiento impositivo si Washington aplica primero los aranceles correspondientes; además, no se descarta la posibilidad de que la lista se amplíe aún más.
Esta no es la primera vez que se presenta en América del Norte una disputa comercial bilateral tan severa. En a?os anteriores, ambos países protagonizaron varias rondas de enfrentamientos arancelarios en torno al acero, el aluminio y otros sectores sensibles. En aquel entonces, Estados Unidos impuso aranceles adicionales sobre productos siderúrgicos y de aluminio canadienses, lo que provocó una respuesta equivalente por parte de Canadá sobre algunas mercancías estadounidenses —incluidos el whisky y las lavadoras—. En comparación con la magnitud de aquella época, la lista objetivo actualmente propuesta, valorada en 150 000 millones de CAD, es mucho mayor y representa aproximadamente un tercio de las importaciones canadienses provenientes de Estados Unidos. Según cifras oficiales, entre diciembre de 2023 y noviembre de 2024, Canadá importó mercancías estadounidenses por un valor de unos 487 000 millones de CAD; si se llegara a aplicar esta lista de aranceles punitivos, el impacto en la relación comercial bilateral sería significativo.
A nivel político, el principal responsable administrativo de Canadá se reunió recientemente en Ottawa con los líderes locales de todas las provincias del país, y uno de los temas centrales fue enfrentar la posible llegada de políticas proteccionistas estadounidenses. De los funcionarios de las 13 provincias y territorios, 12 firmaron una declaración tras la reunión en la que se comprometían a adoptar una postura firme de manera conjunta para responder a las posibles nuevas medidas arancelarias de Estados Unidos. La declaración subraya que, si se ven afectados los intereses del país del norte, tomarán represalias equivalentes o incluso más severas para salvaguardar la seguridad económica e industrial nacional.
Solo un funcionario proveniente de una región basada en recursos guardó reservas sobre algunas propuestas radicales. La zona es conocida por sus exportaciones energéticas, y varias de las nuevas iniciativas contemplan gravar dichas exportaciones o reducir el suministro de energía a Estados Unidos, lo que generó la vacilación del funcionario. La preocupación local es que una respuesta excesivamente contraria pueda terminar afectando la continuidad y estabilidad de las exportaciones del sector en el propio país. Por ahora, no se sabe con qué detalles concretos se implementará la lista o las medidas de respuesta, ni si el gobierno introducirá ajustes adicionales.
Otro participante clave proviene del centro de Canadá, una zona que constituye el núcleo del clúster automotriz y de la base manufacturera. Su principal responsable local, en los pasillos de una reunión en Ottawa, afirmó que, ante la posible presión de Estados Unidos, los líderes de todos los sectores en Canadá deben mantenerse unidos. Se?aló que, al considerar imponer aranceles a Canadá, Estados Unidos no distingue entre provincias o regiones, sino que apunta a “todo el país”. Con amplia experiencia en disputas comerciales, confesó a los medios: “Si el otro lado nos golpea con un mazo, debemos responder con una fuerza aún mayor”. Al mismo tiempo, lucía una gorra con la leyenda “Canada is not for sale”, mostrando así una postura firme ante el mundo.
Revisando la disputa sobre el acero y el aluminio de 2018, Estados Unidos impuso entonces aranceles a Canadá por un valor aproximado de 16.6 mil millones de CAD, y Canadá respondió inmediatamente con represalias sobre una serie de productos estadounidenses, incluidos los provenientes de regiones clave y decisivas en la política estadounidense. Aquella maniobra ejerció cierta presión política, al encarecer costos o restringir ventas para algunos sectores dentro de Estados Unidos. Ahora, si Washington vuelve a blandir el “garrote arancelario” en ámbitos aún más amplios, Ottawa parece haber preparado una estrategia “actualizada” que podría hacer que más empresas y comunidades estadounidenses sientan directamente el dolor, forzando a los tomadores de decisiones en Washington a reconsiderar.
Sin embargo, desde 2020, ambos países han sufrido los embates de la pandemia y las fluctuaciones en la cadena de suministro; la recuperación económica sigue siendo una prioridad para cada uno. Canadá y Estados Unidos son mutuamente uno de los principales socios comerciales; si se aplicaran aranceles punitivos de esta magnitud, el impacto sobre la cadena industrial de América del Norte y sobre los consumidores sería inevitable. Algunas empresas estadounidenses que operan en Canadá podrían ser las primeras afectadas, enfrentando un alza en los costos de importación de materias primas e incluso una caída en las ventas. Para las empresas canadienses, también habrá que soportar múltiples incertidumbres: si la situación se intensifica, no solo se verán afectados los costos de importación, sino también el volumen total de sus exportaciones y su competitividad en el mercado estadounidense.
Observadores del comercio internacional consideran que esta potencial disputa no carece de solución. Por un lado, dependerá de la actitud que adopte la nueva administración estadounidense hacia los acuerdos comerciales multilaterales o bilaterales firmados durante el mandato anterior, así como hacia la revisión de las tasas arancelarias o las políticas de reindustrialización. Por otro lado, también dependerá de cómo el gobierno canadiense logre equilibrar represalias y cooperación en la práctica, para evitar da?os excesivos a su propia industria. Numerosos expertos instan a ambos países a regresar a la mesa de negociaciones y resolver sus diferencias comerciales mediante el diálogo y consultas mecanizadas, en lugar de recurrir únicamente a la imposición recíproca de aranceles.
Por ahora no hay detalles sobre los productos específicos que abarca esta lista preliminar. Se rumorea que podría centrarse en sectores de alto impacto y sensibilidad política, como aquellos con numerosas fábricas en distritos clave del Congreso estadounidense. Esta ha sido una estrategia infalible en el pasado. Para los políticos estadounidenses, cualquier contramedida de un aliado implica un da?o potencial al empleo y la economía locales, lo que probablemente se traduzca en descontento entre los votantes. Por eso, las guerras comerciales suelen estar profundamente inmersas en el juego político, y cada paso se evalúa en términos de costos y beneficios.
En la próxima fase, la dirección del comercio en América del Norte sigue siendo muy incierta. Canadá, evidentemente, ya se está preparando con antelación, elaborando una lista de represalias sin precedentes, en caso de que Estados Unidos actúe unilateralmente. Según la experiencia histórica, cuando realmente llegue el momento de una confrontación total, ambas partes no podrán evitar buscar una distensión. Si la situación se sale de control, además de los intereses empresariales y la seguridad de las cadenas de suministro, la confianza política entre ambos países y los logros de la integración económica de América del Norte también sufrirán un impacto grave. Cualquiera que sea el resultado, tras la asunción de la nueva administración, si este potencial juego de poder estalla realmente, se convertirá sin duda en uno de los principales focos del comercio en América del Norte y en todo el mundo.
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